lunes, 12 de julio de 2010

El partido de la felicidad


Hay mucha gente que no lo entiende. Hay mucha gente que no lo comparte. Hay mucha gente que lo aborrece. Sin embargo, hay mucha más gente que lo disfruta, que lo sufre, que lo ríe, que lo llora.

Es el fútbol, el deporte que más gente mueve en todo el mundo, el deporte que une culturas, que une personas, que une mundos. Y dentro de esta vorágine de patadas, disparos, expulsiones, y por qué no, mucho merchandising, el Mundial es el rey entre los reyes. Durante exactamente un mes cada 4 años, el mundo entero se paraliza para observar a 32 selecciones de 23 jugadores cada una. Cada país sueña con que este sea su año. Cada país aspira a convertirse en el centro de atención mundial, en el ojo del huracán que supone para este planeta el balompié.

Sería de ignorantes negar que España es un país donde el fútbol se vive como nada. La política, el terrorismo, la crisis económica...todo queda atrás cuando los Casillas, Puyol, Xavi o Villa saltan al campo para defender unos colores que representan a más de 45 millones de españoles. Y es que, no sabemos muy bien por qué, el fútbol no entiende de ideologías (por mucho que algunos energúmenos se empeñen en intentar demostrar lo contrario). Ya se demostró tras la caída del muro de Berlín cuando la unificada selección alemana consiguió unificar a un país que llevaba décadas dividido por un frío e injusto muro de hormigón. Pero no sólo eso, el fútbol también demuestra su grandeza cuando, a pesar de todas las injusticias y desigualdades del mundo, países con altos índices de pobreza como Brasil, Ghana o Camerún se reúnen en torno a cualquier transistor o televisión para disfrutar de su selección, olvidándose de todo lo que normalmente les atormenta.

Ayer, corría el minuto 116 de la final del Campeonato del Mundo cuando, un joven llamado Andrés Iniesta, consiguió hacer historia al anotar el gol que daría a España su primera Copa del Mundo. Pero lo que realmente consiguió anoche Iniesta, junto al resto de sus compañeros, fue unir a un país que durante años se encuentra dividido por infinidad de problemas sociales, económicos y políticos. Nacionalismos, crisis económicas, inmigración, etc. fueron problemas que anoche se dejaron en casa para disfrutar en compañía de todo el mundo del momento de nuestras vidas. Las calles de toda España estaban llenas de gente alegre, despreocupada, ilusionada, excitada, pero sobre todo, estaban llenas de gente que enarbolaba los colores de su país sin preocuparse de ser tachados de fachas, una lacra que parece no desvanecerse ni después de 35 años de democracia. Un país que siempre llevaba a cuestas la losa de la falta de patriotismo dejó atrás todos sus fantasmas para celebrar un título que, sólo por lo que amamos el fútbol dentro de nuestras fronteras, deberíamos haber ganado hace mucho. Pese a todo, el trofeo ya está en nuestras manos. España ha conseguido un hito sólo a la altura de la Alemania de los 70(aquella que precisamente derroto a la Holanda de Cruyff, la famosa Naranja Mecánica). Hemos escrito nuestra historia a base de buen juego y coraje, de entusiasmo y confianza, pero, por encima de todo, 23 personas han conseguido que 45 millones se despierten hoy con una sonrisa de oreja a oreja. Por esto, el fútbol, pese a quien pese, es el deporte rey.

A nivel personal, estoy en una burbuja de la que espero tardar mucho en salir. Tengo sólo 22 años y por eso a día de hoy, sólo puedo decir que estoy viviendo uno de los momentos más felices de mi vida, sino el que más. Hace 5 años fue precisamente el fútbol el que me arrebató la oportunidad de crecer futbolísticamente. Hoy, con una cicatriz que me lo recuerda y con una Eurocopa más bajo nuestros brazos, España me ha devuelto aquello que perdí. Nunca antes en mi vida había llorado de alegría. Nunca antes en mi vida había sentido tanto que fuera incapaz casi ni de moverme. Nunca antes había sentido tanto orgullo de poder decir que soy español.

Tanta emoción descontrolada, tanta tensión y presión por una justicia, casi poética, que nos llamaba a ser campeones, para que al final sólo pueda decir: Gracias, gracias, gracias...:)