Después de una semana de vacaciones "blogueras", a uno le da tiempo para pensar. Si además, hay un puente de por medio, el pensar llega incluso a saturar. Sin embargo, los aires de la sierra y la naturaleza que me ha rodeado estos días ha evitado que me vuelva loco. Es más, gracias a este retiro espiritual he conseguido que mi cabeza no explote en mil pensamientos.
Entre tanto, una de mis muchas prácticas para la facultad ha dado lugar al tema de hoy: la comunicación no verbal. Para quien no lo sepa, la comunicación no verbal se define como aquel tipo de comunicación en la que no usamos el lenguaje hablado o escrito para comunicarnos. Es una comunicación que TODOS, tanto nos guste como no, usamos. En ella podemos englobar acciones como la mirada, la sonrisa, la expresión facial, la postura corporal, la velocidad del habla, el tono de voz, el movimiento de las extremidades, etc. Sin embargo, aquí no venimos a hablar de teorías, que no estamos en clase. La reflexión que me vino al caso fue la siguiente: "¿Tenemos control sobre nuestro propio lenguaje no verbal?¿Es coherente lo que decimos con cómo lo decimos?¿Sabemos leer correctamente lo que nos dice la gente con su lenguaje no verbal?"
Numerosos estudios indican que en una conversación, el 70% (ojo al dato) de la información que envíamos al receptor forma parte de nuestro lenguaje no verbal. Dicho de otra forma, sólo un 30% de lo que decimos a alguien es en forma de lenguaje verbal, esto es, mediante palabras. Y es que, no somos conscientes de lo que podemos llegar a transmitir a la gente incluso sin decir absolutamente nada, ¿o me vais a decir que Charlie Chaplin no conseguía llenar el escenario con su sola presencia y movimientos?
Los nervios, la impaciencia, la tensión...muchas son las razones por las que no somos capaces de controlar nuestros propios impulsos y, por tanto, cuando hablamos cedemos el control a nuestras emociones, llegando a decir sí con la boca mientras un no rotundo atraviesa nuestra mirada. Aquí siempre me viene a la cabeza el tan consabido dicho "tus actos dicen más que tus palabras". Nunca nos paramos a pensar en cómo tenemos que decirle a alguien, por ejemplo, que ya no queremos estar con él. Sin embargo, pasamos horas y horas dándole vueltas a las excusas (o no) que tenemos que decir para conseguir no hacerle daño. Sin embargo, lo que no sabemos es que, digamos lo que digamos, si nos mantenemos fríos (que no es lo mismo que distantes), si no miramos a los ojos, si no hacemos pausas un poco más largas, el daño ya está hecho. La otra persona, en el caso de una ruptura, tiene la sensación de que no estás soltando más que un discurso preparado y que lo que realmente te importa es salir corriendo por la puerta. FALLO.
Al igual que en situaciones extremas sabemos controlar nuestros gestos con nuestras palabras (la sociedad en estas situaciones sí que nos ha enseñado a conciencia), ¿por qué no lo aplicamos al resto de nuestras actividades diarias? Pongamos por caso extremo un funeral. ¿Se os ocurre acercaros a un amigo que acaba de perder a su padre y darle el pésame a carcajada limpia? ¿No, verdad? Aunque os parezca algo exagerado, en nuestro día a día la gente es incapaz de ser coherente con lo que dice y la manera que lo dice. Desde la jefa que te abronca con una sonrisa en la cara y un "cariño" en sus palabras, hasta el hijo que pide perdón al padre por las notas que ha sacado mientras no aparta la mirada de la televisión.
Llegados a este punto, démosle la vuelta a la tortilla. Qué hacemos cuando en vez de ser el remitente somos el mensajero? ¿Recibimos bien la señal o nos falla la cobertura? Sintiéndolo mucho, ni Movistar, ni Vodafone, ni Orange pueden tener la culpa de ello. Los responsables somos nosotros. Primero porque no entrenamos esa parte de nosotros que debe saber comunicarse, tanto a una persona, como a un público mayor. Segundo porque, tan pronto decimos que los hechos dicen más que las palabras, como acabamos diciendo "es que me has dicho que...". Como Pocahontas viendo colores en el viento, nosotros tenemos que saber ver en ellos, no sólo escuchar. Tenemos que hacernos a la idea que una frase va acompañada de miles de microgestos, de tonalidades, de matices. Al igual que hay gente que nos da buen rollo y otros que nos dan mala espina o al igual que un mismo chiste tiene gracia contado por uno y aburre contado por otro. Porque esto es la comunicación no verbal. Esa "espinita" que os dice cuando alguien miente o cuando alguien no es de fiar no es más que una habilidad (para muchos innata, todo hay que decirlo) que se puede pulir.
El problema que tenemos en este país de pandereta es que hemos tomado por comunicación el modelo de "patio de corrala", porque la gente es cómoda y vaga (no me cansaré de repetirlo) y prefiere aferrarse a lo que ya tiene que avanzar, cambiar y mejorar. Si no, atentos a "Sálvame" en cualquiera de sus versiones y a los que en ella participan y al rotundo éxito de su programa. Allí escuchar no tiene cabida, sólo rige la ley del que hable más alto. Y así con más ejemplos, porque me diréis que el Congreso de los diputados o el Senado son ejemplos de comunicación o diálogo; todos hablan, muchos mienten, nadie escucha, y "asín" sucesivamente...
Así que ya sabéis, ¡no hay mejor respuesta que la mejor expuesta!
¡Vive en HD!
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